El
aumento de la contaminación hace que la reducción de gases de efecto
invernadero sea un tema crucial en la Cumbre del Clima (COP21) que se está
celebrando estos días en París. Según la según la Organización
Meteorológica Mundial (OMM), la concentración de CO2 en la
atmósfera alcanzó en 2014 las 397,7 partes por millón (ppm). Antes de la
Revolución Industrial era de 278 ppm.
Las empresas no son ajenas a este problema global y, por ello, el compromiso medioambiental constituye hoy uno de los pilares esenciales de sus estrategias de responsabilidad social corporativa. Además, son cada vez más conscientes de los beneficios que les aportan, sobre todo en relación a la mejora de su imagen y su reputación. Según un estudio del World Economic Forum, más del 25% del valor de mercado de una empresa es directamente atribuible a su reputación.
Una
de las opciones por las que más están optando las compañías dentro de esta
estrategia es la de contratar servicios a empresas medioambientales, como
ALLCOT, para que calculen, reduzcan y compensen su huella de carbono. Un
ejemplo de empresa que se ha comprometido a realizar estas acciones es el
equipo de fútbol de primera división, Getafe C.F.
Se
conoce como huella de carbono a la totalidad de gases de efecto
invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo,
organización, evento o producto. Tal impacto ambiental es medido llevando a
cabo un inventario de emisiones de GEI o un análisis de ciclo de vida,
siguiendo normativas internacionales reconocidas. La huella de carbono se mide
en masa de CO2 equivalente. Una vez conocido el tamaño de la huella, es posible
implementar una estrategia de compensación y/o reducción de emisiones, a
través de diferentes programas. Actividades empresariales que
generan emisiones de GEI son, por ejemplo, los viajes de negocios,
las estancias en hoteles y el consumo energético de las
oficinas. Las empresas, entonces, están interesadas en reducir esas
emisiones. Pero, aunque se reduzcan, es inevitable dejar de contaminar con sus
actividades, por lo que también optan por la compensación y así, se convierten
en empresas neutras en carbono.
La
compensación de emisiones de CO2 se basa en la aportación voluntaria de una
cantidad de dinero proporcional a las toneladas de CO2 emitidas.
Concretamente, lo que se hace es comprar bonos de carbono, a través de la
intermediación de empresas como ALLCOT,
y cada uno de ellos equivale a una tonelada de CO2 emitida. Esta aportación
económica se dedica a proyectos que se encuentran en países en desarrollo y que
han de captar una cantidad de toneladas de CO2 equivalente a la cantidad
emitida mediante el desarrollo de un proyecto de sumidero de carbono
por reforestación, es decir, de plantación de árboles, que absorben el
CO2. También se puede invertir en proyectos que eviten la emisión de una
cantidad de toneladas de CO2 equivalente a la cantidad emitida, por
medio de un proyecto de eficiencia energética, sustitución de combustibles
fósiles por energías renovables, gestión de residuos o deforestación evitada.
Estos proyectos, además, suelen aportar beneficios sociales a las comunidades.
Está claro que no actuar realizando acciones como la medición, reducción y compensación de la huella de carbono implica quedarse atrás en mercados globalizados y competitivos, donde las variables de RSC ayudan en la generación de ingresos, la eficiencia operativa y la obtención de financiación
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